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Departamento de Estado de los Estados Unidos
Discurso
Secretario de Estado, Michael R. Pompeo
Washington D.C.
Organización de los Estados Americanos
17 de enero de 2020
La revitalización de la OEA
SECRETARIO POMPEO: Gracias. Buen día a todos. Quisiera agradecer al presidente del Consejo Permanente, de Guyana, por haber concedido el pedido de Estados Unidos para hablar hoy. Y también quisiera reconocer al extraordinario Secretario General de la OEA, Luis Almagro, por su excelente liderazgo en defensa de los valores democráticos. También deseo extender mis saludos al secretario general adjunto Néstor Méndez. Qué grato verlo esta mañana. Asimismo, agradezco a nuestro embajador Carlos Trujillo por todo el valioso trabajo que ha estado haciendo aquí al encabezar la misión estadounidense en la OEA con gran visión y con suma energía y determinación. Muchas gracias por eso.
Ahora que me encuentro frente a este magnífico grupo de personas en este extraordinario lugar, me viene a la mente que fue un Secretario de Estado estadounidense, un hombre llamado James Blaine, el primero en promover una unión más estrecha de los Estados de las Américas a fines del siglo XIX. Fue su visión la que, en 1948, se transformaría en esta institución.
Como 70º Secretario de Estado de EE. UU., ha sido un privilegio tomar el legado de mi antecesor. Hace exactamente un año, hablé en este majestuoso edificio. Era un día lúgubre y lluvioso. Pero desde este lugar se ven algunos de los máximos monumentos a la libertad de los Estados Unidos. Todos ellos relucían con el brillo de la libertad aunque era un día gris.
El día anterior, Estados Unidos había reconocido a Juan Guaidó como presidente interino de Venezuela. Otras 13 naciones de la OEA habían hecho lo mismo. Tuve el orgullo de instar a cada uno de sus países a acompañarnos en esa decisión.
Durante el último año, la OEA ha estado en la avanzada en la ayuda al pueblo venezolano, que sufren una nefasta opresión y hambruna a causa de la crueldad de Maduro.
En apenas tres meses –demasiado rápido según estándares diplomáticos– logramos un asiento en la OEA para un nuevo representante de Venezuela, el embajador Tarre.
Hemos contribuido a impulsar la legitimidad de Juan Guaidó en la comunidad internacional, pese a los esfuerzos extremos de Maduro para que esto no ocurriera.
Revitalizamos el Tratado de Río, que posibilitó mayores restricciones a los viajes de Maduro y decenas de otros funcionarios. Y todos ustedes deben saber que se adoptarán nuevas medidas.
Maduro ciertamente sabe que somos muy serios en esto. Es por eso que intentó retirar a Venezuela de esta institución, la OEA. Acogimos al nuevo representante de Venezuela antes de que Maduro pudiera hacerlo.
Realmente nos proponemos cumplir lo que dice esa carta que… mencionaron los oradores que hablaron antes que yo. La Carta de la OEA indica: “[L]a democracia representativa es condición indispensable para la estabilidad, la paz y el desarrollo de la región”. Fin de la cita.
Eso es multilateralismo, naciones unidas de un modo que verdaderamente es efectivo.
Estas han sido medidas paradigmáticas, y al tomarlas hemos retomado el espíritu que la OEA manifestó en las décadas de 1950 y 1960. Enviamos monitores electorales a Costa Rica en 1962. Dos años después, aplicamos sanciones a Cuba por intentar derrocar por la fuerza al Gobierno de Venezuela electo democráticamente.
Lamentablemente, la OEA tomó otro rumbo en las décadas de 1970 y 1980. Las dictaduras militares de nuestro hemisferio actuaron en connivencia para impedir medidas coordinadas en defensa de la libertad. Algunos países latinoamericanos todavía seguían a merced de las ideas de izquierda que se tradujeron en represión para su población y estancamiento en este edificio. E incluso en la primera parte de este siglo, con la OEA, muchas naciones estaban más interesadas en generar consenso con actores autoritarios que en resolver de hecho los problemas.
Pero la buena noticia es que todo eso ha cambiado, y estoy muy orgulloso de lo que todos ustedes han logrado. Sí, hubo un resurgimiento de los valores democráticos en la década de los noventa. Pero en la actualidad —más que nunca— nuestros valores dan lugar a acciones que favorecen un hemisferio de libertad.
Como lo expresé en Santiago el año pasado, en 2019, los pueblos de las Américas han iniciado una nueva ola de libertad y gobiernos con ideas de libertad en todo el hemisferio. Solamente en Cuba, Nicaragua y Venezuela vemos pinceladas de tiranía en el extenso lienzo de libertad de nuestro hemisferio.
Pensemos en el trabajo que todos hemos hecho juntos. Hemos rechazado el despotismo este año, además de lo que hicimos en Venezuela.
En Nicaragua, el Consejo Permanente nombró una Comisión de Estados Miembros que ha investigado el asesinato de cientos de personas por el régimen de Ortega y formulado recomendaciones claras para el futuro de dicho país.
Más recientemente, la OEA respondió favorablemente al pedido del anterior gobierno boliviano de realizar una auditoría de los resultados electorales controvertidos. El examen que se llevó a cabo encontró pruebas de fraude masivo y sistémico. Ayudó a terminar con la violencia que se había desatado por la controversia electoral. Contribuyó a que el Congreso boliviano estableciera por unanimidad una fecha y condiciones para una nueva elección. Y honró, por sobre todo, el reclamo valeroso del pueblo boliviano de que se lleve a cabo una elección libre y justa, así como su reclamo de democracia.
Estas medidas no se produjeron dentro del ámbito de la OEA por casualidad. Requirieron de un arduo trabajo. Ocurrieron porque los Estados Miembros —todos ustedes— decidieron usar a la organización para conseguir resultados. Todos nosotros, juntos.
Ocurrieron porque también tenemos un líder acorde con nuestros tiempos. El secretario Almagro no se amedrenta en su actuación contra los regímenes autoritarios. Él cree en un multilateralismo que posibilita la rendición de cuentas, que propone nuevas ideas y que obliga a los países a tomar una posición.
También recompuso la situación financiera de la OEA, al generar el fondo de reserva y fortalecer los controles financieros internos. Esto es crucial para que la OEA sea eficaz en la promoción de la prosperidad en toda la región.
Hace algunos años, el Congreso de EE. UU. —no muy lejos de donde todos estamos ahora mismo— trató abiertamente la posibilidad de reducir los fondos para la OEA. Ahora el Congreso, el Congreso de EE. UU., está más dispuesto que nunca a apoyar lo que estamos haciendo juntos, porque los valores de sus líderes captan los valores bipartidistas de libertad y democracia. Y también la buena gestión financiera aquí genera confianza en que el avance de la OEA será eficaz, efectivo en función de los costos y transparente.
El secretario Almagro merece todo nuestro respeto y admiración. Los héroes en el Vestíbulo de las Américas estarían orgullosos de lo ha hecho. Es un verdadero paladín de la libertad en todo nuestro hemisferio.
Y su ejemplo no es tan solo para quienes estamos en la sala. Creo que otros líderes y otras organizaciones —desde la ONU o la ASEAN hasta la OTAN— deberían tomar en cuenta la forma en que el Secretario General ha gestionado esta organización, y cómo se ha modelado este órgano; y cómo el multilateralismo eficaz se ha visto reflejado en todo lo que hacemos juntos.
Es dinámico, es eficaz, y dicta que el trabajo en conjunto debe conseguir resultados reales, no solo procesos; resoluciones cuyas palabras no sean solamente expresiones de deseo sino una base verdadera para las acciones conjuntas y colectivas; e instituciones que realicen votaciones que respondan a las cuestiones más importantes, y que no sean meros ejercicios que identifiquen el mínimo denominador común entre nosotros.
Sé que usted, Secretario General, tiene siete hijos, de modo que ha tenido mucha experiencia en construir a partir del caos e instaurar orden. Pero, más allá de esta broma, eso es lo que debería ser el multilateralismo. Esto es lo que ocurre cuando las cosas se hacen bien. Hablé sobre esto hace unos 13 meses en Bruselas, y expresé críticas sobre algunas organizaciones multilaterales:
Los actores del orden internacional que están adormecido deben despertarse. Las buenas intenciones no servirán para frenar a los actores autoritarios en Caracas, Pekín o Teherán.
Las salas de reuniones de Washington y Bruselas son, sin lugar a dudas, una primera línea. Nuestros ciudadanos dependen de nosotros para que los protejamos y defendamos sus libertades. Merecen un multilateralismo que sirva.
Hay algunas buenas noticias aquí mismo en nuestro hemisferio: ya estamos sosteniendo la antorcha.
El domingo tengo previsto partir a un viaje por la región. Es lógico que mi primera escala sea en Bogotá, la ciudad donde se gestó la Carta de la OEA. Nuestro gran amigo y aliado Colombia —junto con Brasil— ha tenido un papel de liderazgo en este foro responsabilizando al exrégimen de Maduro. Esta semana, Colombia ampliará el excelente trabajo que realizamos el verano pasado en Buenos Aires y llevará a cabo otra reunión ministerial contra el terrorismo. Más de 20 naciones han señalado “Vayamos contra los malos”.
Luego me dirigiré a Costa Rica, un gran amigo que, a lo largo de muchas décadas, ha tenido un claro compromiso con la democracia, donde hablaremos sobre la crisis de autoritarismo en su propia frontera con Nicaragua.
Luego viajaré a otro país amigo de Estados Unidos, Jamaica. Mi equipo me dijo que allí la labor será ardua. Mantendré un importante encuentro con líderes caribeños para analizar cómo podemos trabajar juntos en la promoción de nuestros valores democráticos comunes y la prosperidad de nuestros pueblos.
Tengo grandes expectativas depositadas en esta extraordinaria sucesión de encuentros.
Quisiera terminar aquí transmitiéndoles una reflexión, que se inspira en la destacada labor que ha tenido este importante órgano a lo largo del tiempo.
En 1948, la OEA adoptó la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, la primera declaración internacional sobre derechos humanos del mundo. Tuvo una inmensa influencia en la Declaración Universal de Derechos Humanos que se adoptó posteriormente. El documento de la OEA dice que:
“Todos los hombres nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están por naturaleza de razón y conciencia, deben conducirse fraternalmente los unos con los otros”.
Depende de cada uno de ustedes, de cada uno de nosotros, proteger la dignidad y los derechos. Nos corresponde a nosotros desempeñar una diplomacia como hermanos —y hermanas— de los ciudadanos a los que representamos. Somos nosotros quienes debemos dar continuidad a un multilateralismo que funcione.
Que Dios los bendiga. Que Dios bendiga el trabajo que se ha hecho aquí en este extraordinario lugar. Y que Dios bendiga a las Américas.
Gracias por acompañarme esta mañana.